JUAN DE MARIANA
Historiae de rebus Hispaniae (Historia General de España)
La obra se extiende desde la más remota antigüedad hasta la época de los Reyes Católicos. Juan de Mariana fue un historiador obsesionado con la verdad y que apuró la crítica de los cronicones anteriores hasta donde era posible en su tiempo; aunque escribe en el latín internacional de la época
De rege et regis
institutione (Toledo, 1599)
Expone en primer lugar cómo ha de ser
una monarquía y los deberes del rey, que ha de subordinarse como cualquier
vasallo a la ley moral y al estado, y después expone la educación del príncipe
cristiano siguiendo de cerca las teorías de Erasmo de Róterdam en su Enchiridion.
Propone como máximo
valor de un monarca la virtud cardinal de la prudencia, en su sentido aristotélico y sobre
todo ha de impedir que los impuestos asfixien a las clases productoras del
país. Inspirándose en Santo Tomás de Aquino, justifica como éste la revolución y la ejecución de un rey
por el pueblo si es un tirano.
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Prefacio: Cosa que se dice o
se escribe como introducción para lo que es el asunto principal de un discurso
o tratado.
Sinónimos: Preámbulo, prólogo….
De rege et regis institutione (Toledo 1599)
(Del Rey y de la Institución de la Dignidad Real)
PREFACIO DIRIGIDO A FELIPE
III, REY CATÓLICO DE ESPAÑA.
En los confines de los
montes Carpetanos, de los Vetones y de la antigua Lusitania, se halla situada
una noble y rica ciudad, cuna de insignes ingenios, conocida por Tolomeo con el
nombre de Libora, por Livio con el de Ebora, en tiempo de los godos con el de
Elbora y actualmente con el de Talavera.
Ocupa una llanura que
tiene de ancho cuatro mil pasos y mucho más por la parte superior, que se halla
regada por abundantes aguas y principalmente por las del Tajo, célebre y famoso
por sus brillantes arenas de oro, por su dilatado cauce y por los muchos ríos
que lo enriquecen y le pagan tributo.
Las murallas de esta
ciudad están al mediodía, y son de muy sólida construcción y con muchas y
elevadas torres de un aspecto imponente. En alabanza de dicha ciudad, pues en
ella nacimos, más conviene guardar silencio que decir poco.
Añadiremos, sin
embargo, que en las inmediaciones de ella, y por donde se dirige el camino de
Ávila, se eleva un monte
que se separa de otros muy inmediatos, que tiene de circuito mil veinte y
cuatro pasos, y que es en extremo fragoso y de difícil acceso. Está rodeado de
aldeas, regado de frescas y abundantes aguas y cercado de tierras de labor.
En su cumbre y por la
parte de mediodía se descubre una cueva, que se visita con veneración religiosa, y a la que se
refugiaron Vicente y sus hermanos en el tiempo en que abandonaron a Elbora por
temor de Daciano.
Cueva de los "Santo Mártires"
Cerca de esta cueva
existían en otro tiempo un fuerte
y templo con el nombre de Vicente, como monumento de su fuga, y
construido no sólo por estímulos de religión, sino también con cómodas habitaciones,
presentando por todas partes, tanto por su extensión, cuanto por la frondosidad
de sus árboles seculares, un noble aspecto de amena majestad.
Es fama que en otro
tiempo correspondieron a los
templarios aquellos edificios, cuyo templo hoy es célebre, más que por
otra cosa, por pertenecer a una
abadía del arzobispado de Toledo.
Quedan hoy vestigios de
la antigua y dilatada fábrica, de tal manera que se mantienen en pie las
paredes, distinguiéndose apenas dos sepulcros notables por la novedad y atrevimiento
de su forma.
Fuera de esto no hay
más que una capilla, por cuya razón diría que no se conserva en veneración la
memoria de aquella orden. En la falda de este monte y por el lado del norte se
extiende una llanura cercada de colinas y notable por sus viejas encinas, en la
que se descubre otra capilla
toscamente construida, consagrada a la Virgen Nuestra Señora, nombre que
en casi todos los pueblos comarcanos es objeto de especial devoción.
Junto a esta capilla
hay una huerta con una fuente perenne, y dentro de aquella y alrededor hay
castaños, nogales, ciruelos y aún moreras. Vestigios son estos de haberse dado culto a Diana (1), diosa tutelar de
los bosques, según finge la antigüedad, como lo demuestra una lápida en que se lee la
siguiente inscripción romana:
Togoti
L. Vibius
Priscus
Ex Voto
Yo creería que debería
leerse Toxoti por el arco y la saeta, atributos con que frecuentemente se
representa a Diana.
Diana la diosa virgen de la caza
Es admirable la suave
temperatura de este lugar, cuando puede decirse que arden los campos y los
pueblos abrasados por el calor ardiente del estío. Se puede pasar muy
regaladamente, tanto de día cuanto de noche, sin detrimento de la salud ni
molestia, debajo de un árbol o de una barraca.
Soplan suavísimos
vientos no inficionados por miasmas maléficos; brillan por todas partes
fresquísimas aguas; corren cristalinas fuentes, por lo que se dio a este lugar el nombre de
Piélago (2).
Alegrísimo es el aspecto del cielo, y el que nos ofrece el suelo, que
espontánea y copiosamente produce y se engalana con el tomillo, la borraja, la
acedera y la peonia, y mucho más con el helecho y el yezgo.
Arroyo Sierra de San Vicente
Por cuya razón la
antigüedad apellidó Eliseos a estos campos, mansión de los bienaventurados;
¡tan hermosa perspectiva dieron a este monte los cielos en el verano! La ciudad
y aldeas inmediatas abundan de todas las cosas necesarias para la vida, de
frutas delicadas, como uvas, higos, peras de las más exquisitas, y de jamones de
excelente calidad, de peces, de aves y abundantes carnes, de vino tan superior,
que es capaz de hacer olvidar la patria.
Y es de admirar por
otra parte que aquel paraje se halla muy poblado, y que en la estación del
verano muchas gentes trasladan allí su domicilio, atraídas por la amenidad de
los campos, por la suavidad del clima y por la abundancia de sus producciones.
Pero los más reputan vanas la amenidad y las ventajas de los países, si éstas
carecen de utilidad.
Calderón (3), distinguido teólogo y por su erudición canónigo de Toledo,
quebrantada su salud por los trabajos y los achaques, vino, acaso aconsejado, a
este monte un verano como a lugar a propósito para restablecer su salud; desde Toledo le acompañé,
pues le trataba con la más íntima amistad, para que en aquella soledad tuviese
con quien pasar el tiempo, entretenidos ambos en conversaciones instructivas y
amistosas, en lo que encontrábamos no poco placer y esparcimiento: lo demás del
tiempo lo empleábamos en el oficio divino, en la misa y en la lectura; era
tanto el agrado de cuanto nos rodeaba y tan estrecha nuestra unión, que puedo
asegurar que en mi vida he gozado de días más agradables.
Parajes Sierra de San Vicente
La habitación que
ocupábamos era reducida y molesta; pero un buen hombre nada mezquino, que
residía en una casa de campo inmediata a la nuestra, se brindó a construir para
el verano próximo una modesta vivienda, arreglada a la idea que le dimos; pero
que después de hallarse concluida, sería para nosotros comparable con los
palacios de los reyes.
Ocupados nos hallábamos
en nuestro proyecto, cuando recibimos cartas afectuosas de García Loaisa (4),nuestro
paisano y maestro tuyo, ¡oh príncipe Felipe! a las que acompañaban las conferencias
eruditas y elegantes que habías mantenido bajo la dirección de aquel acerca del
arte gramática de Lorenzo.
García Loaysa
Se hallaba presente Suasola, varón prudente y docto,
que acostumbraba a venir a menudo desde la villa de Navamorcuende a confesarnos; su ingenio era
claro y sus costumbres tan sencillas, que desde luego se echaba de ver que era
un verdadero cántabro.
Acostumbrábamos, cuando
el sol estaba próximo al ocaso, subir a la montaña, desde cuya cima nos
deleitaba contemplar a tanta distancia los edificios de Toledo al través de una atmósfera
serena, en la que no se divisaba la menor nubecilla.
Recreados con tan bello
espectáculo, tanto por la comparación de su tranquilidad con los excesivos
calores de las grandes poblaciones, cuanto porque en estos parajes se respiran
aires en extremo apacibles, nos dedicábamos por la noche al rezo, pronunciando
alternativamente los versículos de los salmos.
Habiendo concluido
nuestra tarea más temprano aquel día, contemplábamos bajo de una añosa encina,
hendida en su tronco, de frondoso ramaje y gigantesca, cuya copa nos interceptaba
los rayos de la luna, los árboles derribados por la fuerza a mano de los
vientos, como sucede con muchos en los bosques.
Allí, como suele
acontecer, y mostrando las cartas que habíamos recibido, hicimos mención de tus
dos maestros el marqués de Velada
(5) y García de Loaisa, varones esclarecidos, y tales y de tal mérito, que
pocos ejemplos semejantes nos ofrece la edad presente; varones que pueden ser
considerados como dechado de modestia, de prudencia, de apacible trato y de
toda la gravedad de nuestros mayores; en cuya elección reconocíamos, y tuvimos
ocasión de confirmar, la suma prudencia del rey, que tan acreditada se hallaba
ya con insignes testimonios.
Desde aquel monte
distinguíamos cómodamente, ya los dominios del de Velada, ya los predios patrimoniales
de Loaisa. La modestia y el respeto nos impiden repetir cuanto acerca de esto
dijimos.
Vistas de la Sierra de San Vicente
(2)
Aquello que por su abundancia es dificultoso de enumerar y contar.
(3) Antonio
Calderón: Canónigo magistral de la Catedral
primada de Toledo
(4) García
Loaysa y Girón : Gobernador Eclesiástico de la Archidiócesis de Toledo.
Murió en Compluto (Alcalá) a 22 de febrero de 1599 a poco de haber sido
nombrado arzobispo de Toledo.
(5) El marquesado de
Velada es un título nobiliario español creado el 30 de octubre de 1557 por el rey Felipe II a favor de Gómez Dávila y Dávila, xi señor
de Velada, vii señor de San Román, señor de Guadamora, sobre el
señorío que su familia materna ostentaba en Velada, señorío que fue creado
en 1294, al ser conquistado este territorio a los musulmanes.
¿Cuáles son las obligaciones de un monarca? ¿Qué debe hacer
y cómo tiene que desarrollar su poder? ¿Cuál debe ser la relación con sus
súbditos?
En este libro clásico, que nació como un compendio de consejos para
el rey Felipe III, Juan de Mariana sentó las bases del pensamiento político moderno
y trató de responder a estas y otras preguntas similares de una manera
abiertamente opuesta a las tesis de Maquiavelo.
La obra que ahora presentamos, se escribió en la época de
apogeo de los reyes autoritarios, con los siguientes objetivos: analizar y
justificar las monarquías, exponer sus límites, educar al príncipe (se dirige
al futuro Felipe III) y determinar sus obligaciones. Sin embargo, la polémica
surgirá en lo concerniente a los casos en que el autor admite el tiranicidio,
que ejemplifica con el caso reciente de Enrique III de Francia.