Castilla
que todo de piedra es,
y en el castillo una niña...
que se llama Isabel...
Salvador Ruiz de Luna
PRÓLOGO
El castillo proliferó en los siglos X y XI como residencia
fortificada de los nobles, y rápidamente se convirtió en la materialización y
en el signo de los nuevos poderes. Inicialmente tuvieron mayor
representación los de madera, que han dejado pocos indicios. Consistían en
una torre erigida sobre un montículo, defendida en la cima por una empalizada y
en la base por un foso franqueado por una pasarela ligera.
Estos recintos tenían formas variadas, pero solían ser circulares.
Los de piedra (o ladrillo, allí donde la piedra escaseaba) coexistieron con los
anteriores, aunque terminarían siendo los mayoritarios por su solidez.
A partir del siglo XI se manifiestan claramente, pese a sus
variantes, tres grandes clases de castillos. Una será la del castillo
fortificado con torre del homenaje, la fortaleza con muralla regular, sin
torreón, defendida por torres de flanqueo, y una tercera, la del castillo
rodeado de varias murallas…
A principios del siglo XI, se crean cuerpos armados permanentes a
los que se confía la defensa de los castillos y de las fortificaciones fronterizas.
El asedio a las ciudades, las villas y los castillos bien
fortificados requería una concentración importante de medios y la relativa
permanencia de los sitiadores en el lugar.
ASEDIO
Un asedio o sitio es un bloqueo militar prolongado a una posición, que suele ir acompañado del asalto a esta, con
el objetivo de su conquista mediante la fuerza o el desgaste. Tiene lugar
cuando un atacante se encuentra con una ciudad o fortaleza que rechaza la rendición y no puede ser tomada fácilmente mediante un asalto frontal. Suele
conllevar el rodeo del objetivo y el bloqueo de las líneas de abastecimiento, normalmente
apoyado por maquinaria de asedio, bombardeo
de artillería y la
construcción de túneles subterráneos para reducir las fortificaciones.
Los asedios probablemente surgen en la historia junto con el desarrollo
de las ciudades a grandes centros de población. Las ciudades antiguas de Oriente Medio, por ejemplo, ya
muestran restos arqueológicos de murallas fortificadas. Durante el Renacimiento y la Edad Moderna, los asedios
dominaron la forma de guerra en Europa hasta tal
punto que Leonardo da Vinci, por ejemplo,
ganó gran parte de su renombre mediante el diseño de fortificaciones en su
estudio.
Un asedio militar puede tener cuatro posibles
desenlaces:
·
Los
defensores pueden romperlo sin ayuda externa, en cuyo caso se dice que han
mantenido la posición.
·
Si los
defensores logran vencer gracias a ayuda del exterior, se dice que se ha
levantado el asedio.
·
Si el
asedio finaliza con los atacantes tomando el control de la ciudad o fortaleza
asediada, pero los defensores logran escapar, se dice que la ciudad ha sido
evacuada.
·
Si los
atacantes salen victoriosos y logran destruir o capturar a los defensores, se
dice que la ciudad o fortaleza asediada ha caído.
TÁCTICAS
La práctica más común en los asedios era simplemente desplegar el asedio
y esperar a la rendición de los enemigos encerrados. El asedio egipcio de Megido en el siglo XV a. C. duró siete
meses antes de que los habitantes se rindiesen. Los hititas, en el siglo XIV a. C., terminaron un
asedio a una ciudad rebelde de Anatolia cuando la reina madre salió
de la ciudad y suplicó clemencia para su pueblo.
Si la finalidad principal de una campaña militar no era la conquista de
una ciudad en particular, se podía simplemente dejarla de lado. Los hititas,
contra el reino de Mitani en el siglo
XIV a. C. ignoraron la ciudad fortificada de Karkemish y, cuando cumplieron su
objetivo, volvieron a la ciudad y la tomaron tras un asedio de ocho días.
El conocido asedio asirio de Jerusalén, en el siglo VIII a. C., terminó cuando
los israelitas les
ofrecieron regalos y tributos, según cuentan los relatos asirios, o cuando el
campamento asirio fue golpeado con una plaga, según la Biblia.
Debido a problemas logísticos, los asedios de larga duración que
supusieran algo más que una pequeña fuerza militar, muy pocas veces podían
mantenerse.
El asedio en la Edad Media
Para terminar rápidamente con un asedio, se desarrollaron varios métodos
en las épocas antigua y medieval para romper
las fortificaciones, y se fue desarrollando una gran variedad de maquinaria de asedio: Las escaleras
podían emplearse para escalar por encima de las defensas; los arietes y los
garfios podían servir para romper las puertas o las murallas, y las
catapultas, balistas, trabucos, mangoneles y onagros servían para lanzar proyectiles con la finalidad de destruir las
fortificaciones y matar a los defensores.
También podía construirse una torre de asedio: una estructura tanto o más alta que las murallas, que permitía a los atacantes disparar desde lo alto a los defensores y enviar a las tropas hasta la muralla con menos peligro que usando escaleras.
También podía construirse una torre de asedio: una estructura tanto o más alta que las murallas, que permitía a los atacantes disparar desde lo alto a los defensores y enviar a las tropas hasta la muralla con menos peligro que usando escaleras.
Además del lanzamiento de proyectiles, era también muy común el intento
de minar las fortificaciones, excavando hasta conseguir que se colapsasen. Esto
se conseguía excavando un túnel debajo de los cimientos de las
murallas y luego haciendo explotar el túnel deliberadamente. Los defensores
podían construir galerías para contrarrestar los trabajos de los atacantes,
haciendo colapsar los túneles prematuramente.
El fuego se utilizaba asimismo como forma de acabar con fortificaciones
de madera. El Imperio bizantino inventó
el fuego griego, que contenía
aditivos que lo hacían muy difícil de extinguir. Combinado con un lanzallamas primitivo,
era un arma muy efectiva, tanto ofensiva como defensiva.
Los avances tecnológicos en la maquinaria de asedio obligaron a
desarrollar una variedad de contramedidas defensivas. En particular, las fortalezas medievales se fueron
fortaleciendo cada vez más (por ejemplo, la aparición del castillo concéntrico,
del periodo de las Cruzadas).
Igualmente se desarrollaron armas defensivas como matacanes, agujeros que permitían dejar caer sobre los atacantes substancias como aceite hirviendo, plomo derretido o arena ardiendo. También se crearon las aspilleras, aberturas para el lanzamiento seguro de flechas, puertas de seguridad o profundos fosos de agua. Se ponía gran atención a la defensa de las entradas, con puertas protegidas por puentes levadizos, verjas o fuertes avanzados.
Igualmente se desarrollaron armas defensivas como matacanes, agujeros que permitían dejar caer sobre los atacantes substancias como aceite hirviendo, plomo derretido o arena ardiendo. También se crearon las aspilleras, aberturas para el lanzamiento seguro de flechas, puertas de seguridad o profundos fosos de agua. Se ponía gran atención a la defensa de las entradas, con puertas protegidas por puentes levadizos, verjas o fuertes avanzados.
En la Edad Media europea, casi todas las ciudades grandes tenían murallas
de protección, y las ciudades más importantes contaban con ciudadelas, fuertes o castillos. Se hizo un gran
esfuerzo en asegurar el suministro de agua en caso de asedio, con un complejo
sistema de túneles que se usaban para almacenamiento y comunicaciones
(similares a los empleados mucho más adelante en Vietnam durante
la Guerra de Vietnam).
Hasta la invención de la pólvora (y la
invención de armas que lanzaban proyectiles mucho más rápidos), el balance de
poder y logística definitivamente favorecían al defensor. Con la invención de
la pólvora, el cañón, los morteros, los obuses y la artillería (estos
últimos en tiempos modernos), los métodos tradicionales de defensa se hicieron
cada vez menos efectivos contra un asedio.
Los castillos que en años anteriores habían sido formidables obstáculos
para los asedios, ahora eran fácilmente derruidos con las nuevas armas. Por
ejemplo, en España, el ejército
recién equipado de los Reyes
Católicos fue capaz de conquistar las fortalezas moras de Granada en los años 1482 a 1492 que habían aguantado siglos antes de la invención de los cañones.
A comienzos del siglo XV, el
arquitecto italiano León Battista Alberti escribió un
tratado titulado De Re
aedificatoria, en donde teorizaba métodos de construcción de
fortificaciones capaces de aguantar los nuevos cañones. Propuso que las paredes
se construyesen de forma desigual, como los dientes de una sierra. Propuso
fortalezas en forma de estrella como murallas más bajas y gruesas.
Se demostró que la forma más efectiva de proteger las
murallas del fuego que recibían de los cañones enemigos resultaba ser la
profundidad (incrementando el grosor de las defensas) y los ángulos (asegurando
que los atacantes no pudiesen disparar a las murallas de forma perpendicular, sino en ángulo oblicuo).
Inicialmente las murallas fueron reducidas y apuntaladas delante y detrás con materiales como piedra y arena que absorbía mejor el impacto de los proyectiles. Las antiguas torres se reformaron y tomaron la forma de bastiones triangulares.
Inicialmente las murallas fueron reducidas y apuntaladas delante y detrás con materiales como piedra y arena que absorbía mejor el impacto de los proyectiles. Las antiguas torres se reformaron y tomaron la forma de bastiones triangulares.
MÉTODOS DE ASALTO
Los dos
métodos para rendir una plaza eran el hambre y el asalto. Las tomas de
castillos también estaban salpicadas de engaños, sobornos y traiciones, sin que
importase mucho al código caballeresco.
El fuego era el arma predilecta para el asalto y toma del castillo, dados los numerosos componentes de madera incluidos en las fortalezas o en sus edificios anexos. Los sitiadores prendían y disparaban flechas que habían impregnado de material inflamable. Igualmente, las catapultas lanzaban fuego griego en recipientes, que estallaban al chocar contra el objetivo. Los defensores también recurrían a él para tratar de destruir las máquinas de asedio.
El fuego era el arma predilecta para el asalto y toma del castillo, dados los numerosos componentes de madera incluidos en las fortalezas o en sus edificios anexos. Los sitiadores prendían y disparaban flechas que habían impregnado de material inflamable. Igualmente, las catapultas lanzaban fuego griego en recipientes, que estallaban al chocar contra el objetivo. Los defensores también recurrían a él para tratar de destruir las máquinas de asedio.
El método
más fácil y directo para tomar una plaza era escalarla, pero también era el que
solía reportar mayor número de bajas. Primero había que llegar al pie de la
muralla, para lo que resultaba necesario rellenar el foso circundante de
piedra, tierra o madera y desviar el agua que lo abastecía en caso de que
existiese. Una vez vaciado y rellenado el foso, los asaltantes accedían a la
base de los muros. Mientras unos disparaban una lluvia de flechas de cobertura
hacia las almenas, otros fijaban las escalas de madera al terreno mediante unos
garfios de hierro.
Entre las máquinas de asedio hay que citar, ante
todo, la torre de asalto, también llamada campanario. Era un enorme
artefacto de madera de mayor altura que las murallas que tenía destinado
salvar.
Los
arietes y taladros también tenían el objetivo de hacer una brecha en las
murallas. Se trataba de grandes vigas de madera, con una pieza de hierro en la
punta, que se balanceaban o se hacían girar contra el muro hasta destrozar o derribar
una pieza de mampostería.
Por
último, estaban las catapultas, entendiendo por este nombre genérico todos los
artilugios destinados a lanzar objetos no ya contra las murallas, sino contra
el interior de la fortaleza. Proyectaban piedras de hasta 150 kilos,
pero en ocasiones se lanzaban cadáveres putrefactos para provocar
epidemias en el bando enemigo.
ANTE
UN ASALTO
Normalmente, los defensores se dividían en tres grupos. Uno ocupaba la
zona almenada, matacanes y aspilleras. Un segundo grupo se encargaba de
proveerles de proyectiles, calentar aceite, prender elementos incendiarios…, e
ir sustituyendo a quienes caían en el combate. También acudían a reforzar los
puntos donde el asalto era más intenso.
Un tercer grupo, en teoría, descansaba, para sustituir a la primera línea de defensa cuando se agotase ante el ataque de una fuerza muy superior en número. Sin embargo, el descanso era relativo, ya que se ocupaban de extinguir los incendios que hubieran podido provocar los atacantes, prevenir el minado de la muralla y hacer frente a los atacantes si conseguían derribar la puerta principal. A medida que el asalto avanzaba, si conseguía ir superando obstáculos, los defensores se replegaban hacia las zonas más fortificadas del interior.
El último reducto era la Torre del Homenaje. Solía tener una puerta de acceso elevada varios metros, con lo que al retirar la rampa o escala de acceso quedaba aislada del suelo. En el interior había varias plantas que podían bloquearse individualmente. Además, a menudo tenía escaleras interiores muy estrechas para que pudieran ser defendidas por pocos efectivos, y que cambiaban de dirección y subían y bajaban para despistar al atacante.
Un tercer grupo, en teoría, descansaba, para sustituir a la primera línea de defensa cuando se agotase ante el ataque de una fuerza muy superior en número. Sin embargo, el descanso era relativo, ya que se ocupaban de extinguir los incendios que hubieran podido provocar los atacantes, prevenir el minado de la muralla y hacer frente a los atacantes si conseguían derribar la puerta principal. A medida que el asalto avanzaba, si conseguía ir superando obstáculos, los defensores se replegaban hacia las zonas más fortificadas del interior.
El último reducto era la Torre del Homenaje. Solía tener una puerta de acceso elevada varios metros, con lo que al retirar la rampa o escala de acceso quedaba aislada del suelo. En el interior había varias plantas que podían bloquearse individualmente. Además, a menudo tenía escaleras interiores muy estrechas para que pudieran ser defendidas por pocos efectivos, y que cambiaban de dirección y subían y bajaban para despistar al atacante.
ANTE
UN ASEDIO
Había
que hacer acopio de alimentos y agua, y establecer restricciones duras en el
consumo. Se enviaban señales a las fortalezas amigas del entorno, pero si no
había posibilidad de recibir ayuda externa, las armas eran paciencia y
disciplina. No eran infrecuentes las salidas al exterior aprovechando
distracciones de los sitiadores para recoger alimentos o recuperar proyectiles.
Una baza era la climatología: mientras el interior del castillo disponía de
zonas donde cobijarse, los asaltantes se alojaban en tiendas de campaña, por lo
que el frío, la lluvia, etcétera, hacían más mella en la moral de éstos.
Conforme
iban mermando provisiones y agua, y si el asedio no cedía, podían tomarse
medidas extremas. Una era expulsar de la fortaleza a todos los que no fuesen
combatientes, lo que les abocaba a una muerte casi segura a manos de los
atacantes. Otra, intentar salidas a la desesperada, que casi siempre acababan
en masacre. No era infrecuente que los sitiados se alimentasen de los caballos
o incluso de cadáveres de los guerreros caídos.
Para situaciones límite, algunos castillos disponían de pequeñas puertas camufladas en lugares ocultos de la muralla o túneles de unos cientos de metros que permitían salir sin ser visto. La existencia de estos pasadizos (que darían lugar a las leyendas sobre morunas, es decir, larguísimos túneles de kilómetros que conectaban fortalezas muy alejadas y que nunca se han encontrado) era secreta también para la mayoría de los defensores del castillo. Con ello se trataba de evitar traiciones, como que alguien desvelara su acceso al enemigo y éste los utilizase para entrar en la fortaleza.
Para situaciones límite, algunos castillos disponían de pequeñas puertas camufladas en lugares ocultos de la muralla o túneles de unos cientos de metros que permitían salir sin ser visto. La existencia de estos pasadizos (que darían lugar a las leyendas sobre morunas, es decir, larguísimos túneles de kilómetros que conectaban fortalezas muy alejadas y que nunca se han encontrado) era secreta también para la mayoría de los defensores del castillo. Con ello se trataba de evitar traiciones, como que alguien desvelara su acceso al enemigo y éste los utilizase para entrar en la fortaleza.
Provincia de Toledo
32 Castillos visitados
5 Atalayas
7 Torres Defensivas
Fotografiados en la Provincia de Toledo (2012/13/14/15)
Por David M. R.
Castillos en la Provincia de Toledo
PARA SABER MÁS SOBRE CASTILLOS
EN LA PROVINCIA DE TOLEDO...
33
Castillos, 6 Atalayas árabes y 7 Torres "Defensivas" en la Provincia
de Toledo (Guía Fotográfica Completa)
http://elrealdesanvicente13.blogspot.com/2015/04/31-castillos-3-atalayas-arabes-y-3.html
ENLACES (Datos y Fotografías)
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