Guadamur es de aspecto tranquilo y bastante llano y accesible… en donde
encontrarás entre otras cosas... el castillo más bonito de la Provincia de Toledo (arquitectónicamente hablando),
La Ermita de Ntra. Sra. de la Natividad y también el Centro de Interpretación del
Tesoro de Guarrazar.
Si visitas Toledo, no te olvides también de
acercarte a Guadamur, ya que está a pocos minutos de la capital y seguro que te
sorprenderá…
Y no te pierdas sus “Jornadas Visigodas”,
en donde retrocederás en el tiempo… y disfrutarás de un ambiente festivo para
toda la familia…
Guadamur es sin duda…
Pueblo con “encanto”…
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía por Itinerarios de Baja y Media Montaña
Guadamur (Google Earth)
Fotografías Satélite de Guadamur
Fotografía Satélite de Guadamur
(Google Earth)
Plano de Guadamur (Google Maps)
Guadamur (Un pueblo que debes conocer...)
Guadamur (Toledo) - Un gran castillo y Guía de lugares interesantes
http://elrealdesanvicente.blogspot.com/2013/10/guadamur-un-pueblo-con-una-historia.html?m=1
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Castillo de Guadamur
Ermita de Ntra. Sra. de la Natividad
Centro de Interpretación
Tesoro de Guarrazar
X Jornadas Visigodas (Páginas en Facebook)
X Jornadas Visigodas
Para saber más de Guadamur...
Guadamur (Toledo) - X Jornadas Visigodas (13-05-17) - El Tesoro de Guarrazar
https://youtu.be/3IPt56xdbkw
El castillo de
Guadamur se construyó en varias fases, la primera de ellas hacia 1470 y la segunda hacia 1520.
Fue construido por órdenes del Conde de Fuensalida,
para afianzar la protección de la zona, múltiples veces asediada: de 1446 a 1521 el lugar sufrió en
varias ocasiones incendios y saqueos.
El Castillo, así como el condado, fueron
posesión de la familia Ayala, agraciada con el condado de Fuensalida en 1470 por el Rey Enrique IV de Castilla,
pasando a la Casa de Velasco en
el siglo XVII, en la persona de Don Bernardino
Fernández de Velasco y Pacheco Téllez-Girón, VIII conde de Fuensalida.
En el siglo XVIII, el título y la propiedad pasaron
a formar parte del inmenso patrimonio de la Casa de Escalona,
siendo después disputados por la XVI Duquesa de Osuna y
el XVII Conde de Cedillo, descendiente matrilineal del II Conde de Fuensalida.
El edificio tuvo
marcado carácter militar hasta el siglo XVIII, época en la que los Condes se
trasladaron a su palacio toledano,
junto a la iglesia de Santo Tomé,
que hoy alberga la presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
El castillo, junto a su función protectora, servía también como destino de
descanso y de caza de la familia, aunque fue ideado como refugio seguro próximo
a Toledo en caso de que los acontecimientos políticos así lo aconsejaran (en 1471,
en 1473 y posiblemente en 1507 y durante la Guerra de las
Comunidades).
Las Relaciones
topográficas de Felipe II informan
de que el castillo "tiene sus armas antiguas (...) y su alcaide con su
salario". En 1637, 1641 y 1659 el rey Felipe IV ordenó al VI Conde de Fuensalida que le entregase
todo el armamento disponible para atender a las necesidades bélicas de la
Corona. Los distintos Condes estuvieron muy relacionados con el ejército:
oficiales en la guerra de los Reyes Católicos con Francia,
en San Quintín con Felipe II,
en los ejércitos de Felipe IV, etc. El alcaide del castillo representaba al
Conde en la toma de posesión de los cargos municipales y en la vida social de
la villa, preferentemente en lo relacionado con la Iglesia,
pero no en la administración jurídica y económica.
En 1880 tres vecinos de Guadamur deciden
comprar el castillo a Don Bernardino Fernández de Velasco y Roca de Togores
Pacheco y Téllez-Girón, XVIII Conde de Haro, descendiente de los Condes de
Fuensalida. Durante esos años, estos tres vecinos alojan en él a pobres y
necesitados, sin embargo, el deterioro del edificio era notable y las
condiciones insalubres. Siete años más tarde, el 4 de mayo de 1887,
Don Jerónimo López de Ayala y del Hierro, V Marqués de
Villanueva del Castillo, descendiente de los Ayala, anima
a su suegro, el IV Barón de las Cuatro Torres, Conde del Asalto,
a comprarlo para su restauración y segunda vivienda; aquél como especialista en
historia del arte y éste como medievalista.
El nuevo
propietario, Don Carlos Morenés y Tord, IV Barón de las Cuatro Torres, había
nacido en La Nou de Gaya (Tarragona)
en 1835.
Fue senador electo en la cámara
alta por la provincia de Tarragona en las legislaturas
1876-77, 1884-85 y 1891-93. Estaba casado con Doña María Fernanda
García-Alessón y Pardo de Rivadeneyra, VI Condesa de Asalto y Baronesa de
Davalillo.
Tras los daños
sufridos por el edificio en la Guerra Civil, fue el Marqués de Aguilar de Campoo quien llevó a cabo
la última restauración.
En el año 2.000 D.
Venancio Sánchez adquirió ésta propiedad, dedicándose desde entonces a
restaurar el Castillo.
La torre del homenaje es un prisma de 30 m de altura con una base de 10 m por 15 m.
El patio de armas y
palacio es de planta cuadrangular, de 20 m por 12 m. Los cuatro ángulos se
rematan con torreones circulares. En la mitad de cada muro surge un prisma de base triangular, una punta de estrella,
solución de refuerzo que es de las primeras en su género y antecedente de la
arquitectura militar defensiva de los siglos XVIII y XIX. Palacio y torre son de mampostería granítica con piezas de sillería labrada. La planta baja del palacio (capilla, cocina,
dependencias de servicio, etc.) tiene cubierta abovedada; la planta principal (dependencias y dormitorios) tiene
estructura adintelada y presenta artesonados.
En la segunda fase se
construyeron un segundo cuerpo de palacio, una barrera exterior defensiva y un foso.
En la reconstrucción
del siglo XIX el Conde de Cedillo plasmó en unos frescos de la planta noble la excursión a Guadamur de los príncipes
doña Juana y don Felipe (11
de julio de 1502).
Benito Pérez Galdós se refiere a esta restauración en su novela Ángel
Guerra (segunda parte,
capítulo III, sección VIII
Ermita de Ntra. Sra. de la Natividad
La ermita de Nuestra Señora de la Natividad es una ermita
de Guadamur, en la provincia de Toledo, España. Situada en el cerro del mismo
nombre, domina el pueblo desde el este y se encuentra muy cerca del castillo de Guadamur.
Es de estilo mudéjar temprano (siglos XIII-XIV). En la villa existía la tradición de una remota
aparición milagrosa. La mención más antigua del culto en la ermita data de 1611. El cuadro que se venera en el altar era en su origen un icono bizantino que representaba a Santa Ana con la Virgen niña en los brazos.
El cuadro actual ha sufrido constantes restauraciones y retoques a lo largo de su historia, de manera que queda muy lejos del original, que a su vez sería copia de otra pintura o de algún mosaico.
El cuadro actual ha sufrido constantes restauraciones y retoques a lo largo de su historia, de manera que queda muy lejos del original, que a su vez sería copia de otra pintura o de algún mosaico.
De la traza
original de la ermita sólo se conserva el ábside semicircular de mampostería con esquinas de ladrillo por único adorno, y un par de arcos concéntricos
ciegos, de herradura uno y de herradura apuntado el otro, de clara factura
mudéjar. La cúpula de ladrillo se acopla al medio punto del arco toral de la
nave, solución rarísima y de técnica rudimentaria, por aproximación de hiladas.
La última reconstrucción es de 1976.
Del techo del
ábside penden hoy sobre el altar las reproducciones de las coronas visigóticas
del Tesoro de Guarrazar, hallado en Guadamur en 1858.
Centro de Interpretación
Tesoro de Guarrazar
El tesoro de Guarrazar es un tesoro de orfebrería visigoda compuesto por coronas y cruces que varios reyes del reino visigodo de
Toledo ofrecieron en su día como exvoto. Fue hallado entre los años 1858 y 1861 en el yacimiento arqueológico denominado huerta de Guarrazar,
situado en la localidad de Guadamur, muy cerca de Toledo. Actualmente las piezas están repartidas entre el Musée
Cluny, París, la Armería del Palacio
Real, Madrid y el Museo Arqueológico
Nacional, Madrid.
Entre todas las
piezas halladas, las más valiosas son las coronas votivas de los reyes Recesvinto y Suintila (esta última fue robada en el año 1921 y aún no recuperada). Ambas de oro, engastadas con zafiros, perlas y otras piedras preciosas pulidas las cuales reciben el nombre
de cabujones. Hay también otras coronas más pobres y
más pequeñas y cruces votivas. También se hallaron cinturones, hoy
desaparecidos.
La tradición de los talleres de orfebrería de la Península ibérica se remonta a
la prehistoria,
pero la de época visigoda está muy vinculada a la orfebrería
bizantina. Se emplea la técnica de granates incrustados, que fue la preferida por
los pueblos germánicos. Las letras de las coronas
están ejecutadas con alvéolos de oro donde se han incrustado granates tallados
en el hueco. Los adornos repujados de las aspas de las cruces son de tipo
germánico, pero la forma de las coronas votivas es totalmente bizantina. Las
coronas del tesoro son de tipo votivo, no aptas para ser lucidas como tocado.
Las presencia de joyas bizantinas en los tesoros
visigodos era tan abundante, según los testimonios literarios, que en las
iglesias de Mérida «había
joyas para llenar varios carros» (Vidas
de los padres emeritenses). Fuentes árabes testimonian que al entrar los
musulmanes en Toledo, encontraron en la catedral una serie de coronas votivas
que los reyes visigodos habían ido donando, y que muchas fueron fundidas en ese
momento para aprovechar los metales nobles.
Las joyas de la iglesia de Toledo y
las del tesoro real fueron causa de envidias y graves disputas entre los
conquistadores árabes. Una gran parte de estas coronas y cruces debieron ser
escondidas por los clérigos visigodos, como ocurrió con las que estaban en el
cercano monasterio de Santa María de Sorbaces.
Parte del tesoro de Guarrazar fue hallado por casualidad.
En el año 1858 hubo unas lluvias torrenciales que
causaron el desmoronamiento del terreno donde estaba la iglesia del monasterio
de Santa María de Sorbaces, en Guadamur, localidad distante 11 km de Toledo.
Había sido ocultado en dos "cajas" revestidas de hormigón romano, que tenían una profundidad de
1,60 m y dejaban un hueco en cuadro de 0,75 m, junto al sepulcro de un
presbítero llamado Crispinus. Cada uno de los depósitos tuvo un hallador
distinto.
Fue el primero Francisco Morales, labrador de 40 años,
quien desarticuló muchas de las joyas y vendió fragmentos y componentes en
viajes frecuentes a los obradores de plateros toledanos. El francés A.
Herouart, profesor en Toledo y amigo de Morales, adquirió las alhajas que este
aún tenía en su poder y se hizo con la tierra donde apareció el tesoro.
Herouart vendió las joyas a un diamantista, José Navarro, quien recompuso
algunas coronas, rescatando lo que aún no habían fundido los plateros de
Toledo.
En 1859 Navarro viaja a París y negocia la venta de las
ocho coronas y seis cruces pendientes al Gobierno francés. La venta se publicó
en varias revistas galas. El rápido eco de la noticia en España desató la
intervención de la Comisión Provincial de Monumentos, primero, y la del
Gobierno de la nación, después, que inició la rápida reclamación diplomática,
una investigación judicial y excavaciones arqueológicas en el lugar.
El segundo lote
sufrió también continuadas mermas por ventas de su descubridor, Domingo de la
Cruz. En marzo de 1861, ante la dificultad de dar salida a sus joyas, optó por
obsequiar a la reina Isabel II las dos joyas que le quedaban, y entre
ellas la corona de Suintila.
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Souvenirs... (Los tesoros que me llevo...)
PARA EL RECUERDO...
MI DEDICATORIA FINAL...
https://youtu.be/3IPt56xdbkw
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