miércoles, 26 de febrero de 2025

Don Quijote de la Mancha pasa por La Ciudad de las Tres Culturas" (AI: Inteligencia Artificial

Don Quijote de la Mancha pasa por La Ciudad de las Tres Culturas" (AI: Inteligencia Artificial
 
 
AI (Inteligencia Artificial)
Hazme un breve capítulo del libro de caballerías de Don Quijote de la Mancha, empleando algunas de las siguientes palabras:
 
Tajo
Meandro
Barrios de Azucaica y Santa María de Benquerencia
Toletum
Sinagoga de Sta. María La Blanca
Capital del reino Visigodo
Tulaytula
Alfonso VI
Iglesia de Santiago del Arrabal
Carpetanos
La Ciudad de las Tres Culturas
Fábrica de espadas
Toledo
Cerro del Bu
Circo romano de Toledo
Reyes Católicos
Monasterio de San Juan de los Reyes
Plaza de Zocodover
Puente de Alcántara
Puente de San Martín
Murallas
Puerta del Sol
Puerta de Bisagra
Catedral de Santa María de Toledo
Iglesia de Santo Tomé
Ermita del Cristo de la Vega
Posada de la Santa Hermandad
Sinagoga del Tránsito
Cristo de la luz
El Alcázar de Toledo
La Casa del Temple
Hospital de Tavera
Castillo de San Servando
El Greco
El entierro del Conde Orgaz
Las cuevas de Hércules
Perdiz estofada
Carcamusas
Mazapanes
Corpus Christi
Garcilaso de la Vega
La vida del Lazarillo de Tormes
Convento de San José de Toledo
Damasquinado
 
 
Capítulo de cómo Don Quijote llegó a la imperial ciudad de Toledo y de las extrañas aventuras que allí le acontecieron
 
En aquel tiempo en que Don Quijote, el de la triste figura, andaba con Rocinante por las tierras de la Mancha, aconteció que, siguiendo el curso del río Tajo y sus meandros, llegó a la imperial ciudad de Toledo, que en tiempos pasados llamaron Toletum, capital del reino Visigodo y gloria de España. No bien hubo divisado desde lejos las firmes murallas y el majestuoso Alcázar que corona la ciudad, cuando sintió que el corazón se le inflamaba de ardor caballeresco, pensando que aquel lugar no podía sino estar plagado de encantamientos y aventuras dignas de su brazo.
 
Entró por la Puerta de Bisagra, donde, según le dijo Sancho Panza, los reyes habían pasado en otros tiempos con gran pompa, y no bien hubo cruzado la Puerta del Sol, cuando creyó ver, en la plaza de Zocodover, a un ejército de infieles moros que, armados hasta los dientes, aguardaban batalla. Mas Sancho, que tenía menos fantasías y más hambre, juró que no eran moros, sino mercaderes que vendían carcamusas, mazapanes y otras viandas que bien le hubieran contentado el estómago.
 
—Calla, Sancho —dijo Don Quijote—, que aquí huele a encantamiento, y no sería la primera vez que los sabios enemigos de mi gloria transforman a los gigantes en mercaderes y a los castillos en posadas. Pero yo, que soy el desfacedor de agravios, presto he de deshacer el encantamiento.
 
 
Así, tomando su lanza y cubriéndose con su escudo, avanzó con brío hacia el centro de la plaza, donde con voz fuerte desafió a aquellos que juzgaba enemigos del cristianismo. Mas los mercaderes, acostumbrados a las locuras de los forasteros, rieron de buena gana y ofrecieron a Sancho una perdiz estofada y un vaso de vino, que él aceptó con más diligencia que su señor.
 
Viendo que no había batalla, Don Quijote decidió proseguir su camino por la ciudad, y llegó a la Catedral de Santa María de Toledo, donde contempló con asombro las obras del famoso maestro El Greco, y quedó sobrecogido ante el lienzo del entierro del Conde de Orgaz, creyendo que aquellos ángeles que descendían del cielo bien pudieran ser prueba de su destino divino.
 
—Sancho —dijo—, aquí puedes ver cómo los caballeros que sirven a la iglesia y a la justicia nunca mueren del todo, pues sus hazañas viven en la memoria de los hombres y en la gloria de los cielos.
 
 
De allí partieron al Castillo de San Servando, donde Don Quijote, al ver su firmeza y torres almenadas, creyó que allí moraba un gigante de siete cabezas, enemigo de los Reyes Católicos, al cual juró dar fin. Sancho, más práctico, le recordó que los gigantes no existían, y que lo único que podían hallar allí eran monjes del convento cercano, quienes, lejos de ser enemigos, ofrecían posada a los viajeros cansados.
 
Al caer la noche, buscaron descanso en la Posada de la Santa Hermandad, donde Sancho cenó con gran contento, y Don Quijote, mientras contemplaba el horizonte, juró que no dejaría Toledo sin antes haber deshecho un agravio, liberado un cautivo o defendido la honra de una dama, que tales son las ocupaciones de los andantes caballeros.
 
—Señor —dijo Sancho, con la boca llena de mazapán—, pues si ha de deshacer agravios, que sea después de la cena, que con el estómago vacío no hay lanza que se tenga en pie.
 
Y así, entre locuras del amo y prudencias del escudero, pasó Don Quijote su primera jornada en la Ciudad de las Tres Culturas, donde las sombras del pasado y los sueños de la caballería seguían vivos en su mente y corazón.
 
 
La ficción es el arte de hacer posible lo imposible... y la AI (Inteligencia Artificial), es la herramienta para poder realizarlo...
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña



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