lunes, 14 de julio de 2025

La ventana del olvido (Un alma encerrada en el tiempo)

La ventana del olvido (Un alma encerrada en el tiempo)
 
 
La Ventana del Olvido
 
Nadie quiso vivir en la casa olvidada del pueblo. No por superstición ni por leyendas viejas, sino por algo más antiguo, más denso. 
 
Algo que se pegaba a los huesos como la humedad que rezumaba de sus paredes de piedra. Durante años, había estado deshabitada, abandonada al viento,  como si el tiempo la hubiera olvidado… o temido.
 
Una noche de noviembre, Clara, fotógrafa de lo oculto, llegó buscando inspiración para su próxima exposición. Dijo que no creía en fantasmas. Dijo que las casas no hablaban. Dijo muchas cosas… antes de entrar.
 
 
La fachada estaba agrietada, con una ventana de piedra destacando como un ojo sin párpado. Las contraventanas de madera colgaban torcidas, carcomidas por el tiempo, gimiendo cada vez que el viento las tocaba. Clara subió por la escalera interior, cámara al cuello y llegó a una puerta que se abrió con un suspiro.
 
Dentro, la penumbra era espesa y húmeda. Avanzó con cautela hasta el salón principal ya destartalado. Allí, la gran ventana se alzaba, majestuosa y triste. Las cortinas, largas y grises, ondeaban con un vaivén siniestro, como si se movieran al compás de una respiración invisible.
 
 
Clara levantó la cámara, pero algo en el visor le hizo dudar. Una sombra se deslizaba detrás del tul ondulante. El obturador hizo clic. Entonces lo vio. 
 
Al otro lado del cristal, más allá de las cortinas agitadas, un anciano con barba blanca se acercaba lentamente, flotando entre la cuadra y el pequeño jardín abandonado. Su rostro era fantasmal... y sus ojos eran pozos sin fondo.
 
Él levantó la mano y la apoyó suavemente contra los barrotes oxidados de la ventana superior.
 
Entonces... se oyó un susurro como una punzada en la mente:
 
—Devuélveme al descanso eterno… no quiero estar prisionero aquí...
 
La voz era entrecortada, quebrada por siglos de silencio. Clara dio un paso atrás, tropezando con una silla podrida. La cámara cayó al suelo y estalló en mil pedazos. La ventana se estremeció. El anciano volvió a hablar, más cerca, más real:
 
—Por favor... quiero irme de aquí... bastante castigo llevo soportado ..
 
El aire se volvió frío. Las cortinas se cerraron de golpe, atrapando una sombra dentro. Clara corrió hacia la puerta, pero ya no estaba. Solo había piedra, húmeda y cerrada, donde antes había una salida.
 
 
En la última fotografía, recuperada décadas después entre los escombros por unos niños... que andaban jugando, se ve la ventana abierta, el espectro con la frente pegada a los barrotes de hierro… y detrás de él, otra figura: una mujer, de espaldas, con una cámara al cuello.

Clara también había sido atrapada... para toda la eternidad...
 
Este relato está inspirado en...
 
La casa centenaria (Las ventanas del miedo) - El Real de San Vicente (Toledo)


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