lunes, 14 de abril de 2025

El Castillo de San Vicente (Un relato del siglo XIV) - Entre Templarios y Musulmanes (Parte II)

El Castillo de San Vicente (Un relato del siglo XIV) - Entre Templarios y Musulmanes (Parte II)

 
Las Cruces de Piedra
 
La madrugada del asedio llegó envuelta en un silencio tenso. Las tropas almohades se desplegaron como una marea oscura a los pies del castillo, portando antorchas y estandartes con inscripciones que el viento hacía danzar como serpientes. Desde las almenas, los hombres del castillo esperaban en tensión, sus corazones golpeando al ritmo del tambor enemigo.
 
Sir Alarico, de pie junto al Corazón de Piedra, sintió que algo antiguo se agitaba en el aire. Sabía que no bastaría con el acero. El enemigo no solo buscaba conquista, sino profanación. Si tomaban el castillo, abrirían un umbral que no debía ser cruzado.
 
Reunió a sus hermanos templarios en la capilla. Allí, sobre el altar, colocaron la reliquia, y trazaron con sangre sobre sus pechos la cruz roja. Alarico alzó su espada hacia la bóveda agrietada.

 
—Hoy no luchamos por muros, sino por el alma de estas tierras. Si morimos, que nuestra fe sea piedra. Que nuestro juramento quede grabado en este monte para la eternidad.
 
Entonces descendieron a la ladera, en plena noche, bajo la lluvia que comenzaba a caer como lágrimas del cielo. Los templarios se enfrentaron a los invasores no solo con fuerza, sino con una luz interior que brotaba de la propia tierra. El Corazón de Piedra, aún en la cripta, comenzó a irradiar un fulgor rojizo que emergía por las grietas del castillo como lava sagrada.
 
La batalla fue breve y brutal. La fuerza mística que protegía el castillo desató una tormenta inesperada: rayos cayeron sobre los estandartes enemigos, el suelo tembló, y un grito antiguo —como el lamento de un dios dormido— atravesó el campo. Los almohades, aterrados, huyeron.
 
 
Pero los templarios no sobrevivieron.
 
Fueron hallados al amanecer, caídos sobre la hierba húmeda, aún con sus armas en las manos. Alarico yacía en el claro donde había hecho su juramento, los ojos en paz, como si durmiera. Y frente a él, dos rocas altas habían sido hendidas por el rayo nocturno. En cada una se había grabado, sin mano humana, una cruz templaria perfecta. Nadie entendió cómo ni por qué. Pero allí quedaron.
 
Con el tiempo, el castillo fue abandonado. Solo las chozas quedaron, tragadas por la maleza. Pero las dos cruces siguen allí, en lo alto del Pico de San Vicente, como un sello de piedra y promesa. Los pastores y viajeros que pasan cerca aún susurran que en las noches de tormenta, se ve una luz roja brillar entre las rocas... como un corazón que aún late.
 
Fin.
 
 
Cantar del Corazón de Piedra
 
De San Vicente el alto, castillo bien plantado,
que alza sus torres viejas sobre el monte sagrado,
dicen los hombres sabios, y aún más los callados,
que guarda en sus entrañas un secreto sellado.
 
Llega Alarico fuerte, caballero probado,
templario de la Orden, por Dios consagrado.
Le siguen sus hermanos, de cruz en su costado,
con mirada de acero y espíritu alzado.
 
Las chozas de los siervos, de helecho techadas,
les vieron con asombro, las frentes alzadas.
"¿Qué buscan en las ruinas de piedras calladas?"
"Venimos —dice el jefe— donde arden las llamas."
 
Bajo la torre vieja, en cripta olvidada,
reposaba la Roca, la reliquia sagrada.
Corazón de los siglos, de fuego guardada,
que brilla cuando acecha la sombra malvada.
 
Mas del sur las banderas se alzan sin razón,
almohades valientes buscan dominación.
Tambores como truenos rompen la oración,
y tiemblan los cimientos por su maldición.
 
 
“No pasarán los moros —grita Alaric fuerte—,
mientras quede en mi brazo valor y su suerte.
Si hemos de caer hoy, que sea digna muerte:
templarios no tememos del cuerpo la suerte.”
 
Bajan como relámpagos, cruz en la frente,
chocan con la marea negra y silente.
Y el cielo se abre en ira resplandeciente,
Dios mismo desata su furia potente.

Rayos caen del cielo como juicio divino,
y tiemblan los invasores, sin rumbo ni camino.
Pero los templarios caen en su destino,
guardando con su vida aquel sagrado sino.
 
Al alba ya no quedan ni gritos ni acero,
sólo el canto del viento sobre el yermo sendero.
Dos rocas se alzan, cruzadas por fuego,
dos cruces templarias, de eterno recuerdo.
 
Y aún dicen los pastores, si el monte resuena,
que late bajo tierra la fuerza que ordena.
El Corazón de Piedra su luz no enajena,
y guarda San Vicente con cruz y cadena.
 
 
Enlaces
 
Castillo Templario de San Vicente (El "guardián" de la Sierra de San Vicente)
 
Castillo de San Vicente (El sueño de los Templarios) - Hinojosa de San Vicente (Toledo)
 
Castillo de San Vicente - Sierra de San Vicente (Toledo) - El paso de los Caballeros Templarios...
 
El sueño de los Templarios (Caballeros Medievales en el siglo XXI) - Hinojosa de San Vicente (Toledo)
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
Guía de Montaña


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