Imágenes de Otoño - Sierra de San Vicente (Toledo)
Mirador Sierra de San Vicente
Voces de Agua
Nací en un susurro frío,
entre musgos y raíces,
cuando el manantial abrió su pecho
y me dejó escapar despacio,
gota a gota,
aprendiendo a ser camino.
Corrí libre entre piedras antiguas,
besé la sombra de los pinos
y jugué con la luz temblorosa
que el alba filtraba entre las ramas.
Era un canto sereno,
una libertad sin forma.
Pero un día unas manos humanas
me recogieron en silencio;
me dieron un cuerpo de vidrio o plástico,
una piel que no elegí,
y me apretaron un tapón en la boca.
Adiós al murmullo del bosque,
hola al viaje sin ríos.
Me llevaron por carreteras rectas,
lejos del perfume a tierra mojada,
y me dejaron, cerrada y quieta,
ante un mirador de la sierra.
Allí, entre viento y cielo,
yo, botella cautiva,
escuchaba a los buitres planear
como si todavía pudiera volar con ellos.
Pasan senderistas,
miran el valle,
pero ninguno oye mi voz:
la voz que añora el manantial,
la voz que espera ser abierta
para al fin regresar a la tierra,
libre otra vez,
hecha agua,
hecha origen.
Y mientras la tarde apaga el horizonte,
sueño con romper mi envoltura
y correr nuevamente,
gota humilde,
hacia el abrazo antiguo
del bosque que me vio nacer.
Bodega (Tinajas)
Las dos tinajas
En la penumbra fresca de la bodega toledana, donde el aire olía a uva madura y a madera antigua, dos tinajas envejecidas se repartían silencios desde hacía casi un siglo. A primera vista parecían mudas, pero cuando la puerta se cerraba y la luz se apagaba, sus voces resonaban como un eco de arcilla viva.
—¿Recuerdas la primera vendimia que vivimos? —preguntó la tinaja más alta, con una grieta fina que le cruzaba el costado como una arruga de orgullo.
—Cómo olvidarla —respondió la más pequeña—. El mosto entraba como un torrente joven, y yo pensé que reventaría de emoción… o de susto.
Ambas rieron, con ese sonido hueco que solo las tinajas conocen.
—Los muchachos que venían a llenarnos ya no están —dijo la grande—. Pero cada otoño escucho pasos nuevos, voces que no reconozco. Y, aun así, el olor es el mismo. La uva sigue contando las mismas historias cuando se derrama en nuestro vientre.
La pequeña suspiró, haciendo vibrar el barro cocido.
—Yo he visto generaciones pasar. Vi al abuelo del dueño actual cantar mientras trasegaba, y vi al niño que correteaba entre las barricas convertirse en el que ahora nos cuida. Me gusta pensar que somos un pedazo de su memoria.
Un silencio amable se extendió entre ambas, lleno de humedad, quietud y vida lenta.
—¿Crees que seguiremos aquí otros cien años? —preguntó la grande.
—Mientras haya vino que fermentar y alguien que escuche nuestras historias… claro que sí —respondió la pequeña—. Somos tinajas, hermana: nacimos para guardar lo que otros celebran.
La puerta volvió a abrirse y un rayo de luz se coló en la bodega. Las tinajas callaron de nuevo, erguidas, solemnes. Pero en lo hondo de su barro antiguo todavía latía la certeza de que, aunque el mundo cambiara fuera, allí adentro seguiría palpitando la misma vida lenta y eterna del vino.
(Lámina de 1935)
Santa Teresa de Jesús
en la Sierra de San Vicente
Por la Sierra de San Vicente
pasa Teresa ligera,
lleva al viento su oración
como al alma una bandera.
Las jaras abren camino,
los pinos guardan su huella;
la senda parece un suspiro
cuando su paso la besa.
Y en lo alto, la santa mira
el valle en calma sincera:
“Dios está en todas las cosas”,
dice la brisa que la envuelve entera.
VÍDEO (NIEBLA SIERRA)
VARIOS
VÍDEO
Nunca dejes de soñar...

















No hay comentarios:
Publicar un comentario