martes, 8 de abril de 2025

Soy un Caballero Templario en las tierras de Toledo... en el año del Señor de 1300

Soy un Caballero Templario en las tierras de Toledo... en el año del Señor de 1300
 
 
Año del Señor de 1310
 
Partimos del Castillo de Montalbán con los primeros resplandores del alba, cuando el sol apenas asomaba tras las colinas de Toledo y la bruma aún abrazaba los montes. 
 
El acero de mi cota aún frío por la noche, rechinaba con cada paso del caballo, un corcel negro tan obstinado como noble. Mi nombre, poco importa ya. Soy caballero de la Orden del Temple, y en estos días, portamos la cruz roja sobre el manto blanco con el peso de nuestra misión sagrada.
 
El prior nos había encomendado dirigirnos hacia el noroeste, a los altos del Pico de San Vicente, donde se alzaba —decían— una fortaleza olvidada, el Castillo de San Vicente... cuya custodia y protección nos había sido encomendada...
 
 
El viaje fue áspero, pues los caminos eran poco más que sendas de cabras, y la espesura del bosque cerraba el paso como si el mismo monte se negara a revelar sus secretos. Atravesamos torrentes, rocas y espesuras de encinas y jaras, rezando en silencio, como si la tierra entera murmurara antiguas oraciones.
 
Al tercer día, cuando el sol ya declinaba y teñía de rojo la cima de las sierras, lo vimos. Elevado como un vigía dormido sobre la roca, el Castillo de San Vicente se perfilaba contra el cielo, roto en partes, como si luchara por no caer del todo al abismo del olvido. 
 
La torre occidental aún resistía, pero sus muros mostraban las heridas de siglos de viento, lluvia y abandono.
 
 
A los pies del castillo, unas chozas desperdigadas se asomaban entre piedras y maleza: construcciones humildes de piedra seca, techadas con madera tosca y escobones trenzados.
 
Salía humo de una o dos, y en el silencio de la tarde, escuchamos el balido lejano de algún rebaño y el ladrido breve de un perro. Aquella aldea parecía suspendida fuera del tiempo, como si sus moradores aún aguardaran a los caballeros que partieron dos siglos atrás... a las Cruzadas y nunca regresaron.
 
Desmontamos, con el alma sobrecogida. No por miedo, sino por una suerte de melancolía que sólo se siente ante la ruina noble. Subimos la cuesta que llevaba a la puerta del castillo, cuyas hojas colgaban como alas rotas. 
 
 
Entramos todos los caballeros, dejando que el eco de nuestros pasos llenaran las estancias vacías. Allí, entre muros cubiertos de musgo y silencio, sentí el peso de los siglos y la certeza de que hasta las piedras más fuertes pueden ceder al tiempo.
 
Esa noche, dormimos en la torre, yo con mi espada a un lado y el manto como lecho. Soñé con gritos, batallas, y rezos en latín. Y al despertar, aún sentí la mirada de los que estuvieron antes. No quedaba apenas nadie... pero el espíritu de la fortaleza seguía allí, como un último guardián de algo sagrado que el mundo había olvidado.
 
 
VÍDEO
 
 
Enlaces
 
Castillo Templario de San Vicente (El "guardián" de la Sierra de San Vicente)
 
Castillo de San Vicente (El sueño de los Templarios) - Hinojosa de San Vicente (Toledo)
 
Castillo de San Vicente - Sierra de San Vicente (Toledo) - El paso de los Caballeros Templarios...
 
El sueño de los Templarios (Caballeros Medievales en el siglo XXI) - Hinojosa de San Vicente (Toledo)

 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
Guía de Montaña



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