Yo, Pico Pelados
Yo, eternamente en vela,
centinela de la Sierra,
siento el susurro del otoño
trepando por mis laderas.
Un día, sin prisa, el cielo
abre su cofre de invierno.
Bajan danzando las nieves,
suaves, blancas, en silencio.
Me cubren como un abrazo,
como un manto recién hecho;
acarician mis aristas
y se posan en mis pechos.
El brezo calla su fuego,
la roca guarda un secreto,
y todo el mundo parece
detener su movimiento.
Entonces brillo distinto:
soy faro, cima y recuerdo,
postal viva que despierta
el asombro del sendero.
Porque cuando cae la nieve,
yo renazco en blanco nuevo.
Soy Pico Pelados, cumbre
que estrena su propio sueño.
Un mar de nubes...
El pequeño charco que descansa sobre la roca —humilde, silencioso— guarda en su espejo el fulgor del cielo, como si contuviera un fragmento robado del propio sol. La luz brinca en la superficie temblorosa del agua, derramando destellos que parecen latir, respirando junto a la montaña.
Frente a ti, la Cabeza del Oso emerge oscura y firme, recortada contra un mar de nubes que avanza lento, compacto, como un océano antiguo que hubiera subido a besar las cumbres. La línea del horizonte se diluye entre vapores blancos, y por un instante todo lo que existe es ese contraste: la piedra fría, la luz viva, la montaña en penumbra, el cielo abriéndose en azules infinitos.
Es un instante que no pertenece al tiempo, sino al lugar.
Un momento que la montaña regala al que se atreve a subir hasta aquí:
la certeza de que, a veces, el mundo es exactamente tan bello como parece.
VÍDEOS
(Sonido original)
Para ver mejor los vídeos:
Primero pinchar en el círculo rojo
Después pinchar en el cuadrado (con esquinas)





















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