jueves, 20 de noviembre de 2025

Nuestras vidas están llenas de recuerdos - Provincia de Toledo y más... (Parte III)

Nuestras vidas están llenas de recuerdos - Provincia de Toledo y más... (Parte III)

EL REAL DE SAN VICENTE
(TOLEDO)
 


 
Fuente Toledana

En la calma antigua de una plaza dormida,
se alza una fuente toledana, guardiana de la vida.
De piedra centenaria, gastada por los años,
sus bordes cuentan cuentos de viejos olores y antaños.

Por sus caños brota el agua, limpia, fresca y clara,
como un suspiro eterno que al alma siempre ampara.
Canta al caer despacio, murmurando en su caída,
la historia de un pueblo entero que en su rumor anida.

La besa el sol al alba, la cubre la luna en vela,
y en cada gota un reflejo de la ciudad de novela.
Fuente noble, silenciosa, testigo de tantas eras,
tu voz de plata perdura, aunque el tiempo nunca espera.

Que sigan tus aguas puras fluyendo sin desvarío,
que beban de tu memoria los pasos sobre el camino.
Oh fuente toledana, vieja y siempre nueva,
tu canto es el pulso suave que a Toledo se le eleva.


 
El Tejado centenario de un corral
 
Sobre el tejado centenario del corral descansa la memoria.
 
Ha visto el trasiego constante del huerto vecino,
donde la tierra respira y ofrece su fruto humilde.
Allí crecieron tomates, ajos y pimientos orgullosos,
mientras él guardaba silencio bajo el sol del mediodía.
 
Bajo sus tejas se albergaron cabras inquietas,
ovejas mansas que balaban al alba,
cerdos gordezuelos y burros de paso tranquilo,
todos dejando su rastro en las horas del campo.
 
Por encima, como sombras ligeras,
los gatos cruzaron mil veces su lomo de barro cocido,
en cacerías sigilosas o en sueños calentados por el sol.
Y los pájaros, eternos visitantes,
posaron su música breve en cada amanecer.
 
Así, el tejado del corral sigue siendo testigo,
de un mundo pequeño, sencillo y lleno de vida.
 


 
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EL AMOR TOLEDANO
 


 
Dos siluetas unidas
 
Dos siluetas unidas por un gesto sencillo: la mano de uno en la del otro. No hace falta ver sus rostros para entender que ese lazo no empezó ayer. Lo dicen las muñecas, marcadas por pulseras gastadas, iguales desde hace años, y lo dice también la forma en que sus dedos encajan: no con la torpeza de un encuentro reciente, sino con la naturalidad de quien ha crecido así.
 
Ellos se conocieron cuando todavía corrían descalzos por las calles del pueblo, cuando el mundo cabía en una pelota, una bicicleta y un verano infinito. Desde entonces, siempre caminaron lado a lado. Primero como compañeros de juegos, luego como cómplices de secretos, más tarde como adolescentes que descubrieron que la risa del otro tenía un lugar especial dentro del corazón.
 
A lo largo del tiempo se fueron convirtiendo en refugio mutuo. Estuvieron juntos cuando las primeras dudas aparecieron, cuando cada uno empezó a trazar su camino, cuando la vida los puso a prueba con distancias, miedos y silencios. Pero, aun así, nunca soltaron esa mano.
 
Y ahora, muchos años después, siguen avanzando así: unidos por un gesto que para los demás quizá sea solo una imagen bonita, pero que para ellos es un pacto silencioso. Esa mano entrelazada contiene todo lo que han sido y todo lo que anhelan ser. Es la certeza de que, aunque el mundo cambie alrededor, ellos siguen siendo los mismos niños que un día se encontraron… y decidieron no separarse jamás.
 

 
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Campo de amapolas
 
El amanecer llegó despacio, como si el sol tuviera cuidado de no despertar demasiado brusco al campo. Primero fue una línea tenue en el horizonte, un susurro dorado que empezó a deshacer la sombra de la noche. Luego, poco a poco, la luz se extendió como un abrazo cálido sobre las colinas.
 
El campo de amapolas despertó entonces con un estremecimiento leve. Sus pétalos, tan frágiles como alas recién abiertas, comenzaron a encenderse con tonos rojos intensos. Era como si cada flor guardara un pedacito de fuego y, al salir el sol, lo liberara para pintar el paisaje.
El viento, suave y aún frío, se deslizó entre ellas, haciendo que el campo entero se meciera como un mar carmesí. Cada movimiento parecía un latido, una respiración compartida con la mañana.
 
Allí, en medio de aquel océano rojo, la vida se sentía recién estrenada. No había ruido, salvo el murmullo de la brisa y algún pájaro madrugador que saludaba al nuevo día. El sol, ya más alto, derramó su luz dorada sobre cada amapola, convirtiendo el campo en un cuadro vibrante que parecía casi irreal.
 
Mientras la mañana avanzaba, las flores se abrían del todo, orgullosas, erguidas, como si celebraran haber sobrevivido a otra noche. Y en ese instante perfecto —entre la luz naciente, el aire fresco y la intensidad roja que lo llenaba todo— el mundo parecía detenerse, recordando que también sabe ser bello sin prisa, sin hacer ruido, solo floreciendo.
 


 
Rosa de Cera y Llama

Bajo el peso tibio de la cera derretida,
una mano sostiene la rosa que no arde.
La luz cae sobre sus pétalos dormidos,
como un secreto que el fuego guarda y no comparte.
 
La vela llora hilos dorados,
lágrimas que tiemblan antes de caer,
mientras la flor se eleva desde el agua tranquila,
como si la vida naciera al renacer.
 
Entre sombra y fulgor, la rosa respira,
protegida por la palma que la sueña.
Y en su tallo verde vibra un misterio:
la unión de lo que quema y lo que llena.
 
Porque hay amores que se sostienen así,
entre el riesgo del fuego y la calma del agua,
entre lo que se consume y lo que florece,
entre el dolor que funde y la esperanza que alumbra.
 
 
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Nunca dejes de soñar...
Orgullo es... realizar tus sueños pese a las adversidades...
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla - La Mancha
Acreditación Oficial Informador Turístico
 (N° Reg. EXP/ITL/RDM-0019)
Guía de Montaña


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