El 15 de julio de 1099, las murallas de Jerusalén finalmente cedieron al empuje de la Primera Cruzada. Los gritos de victoria se entremezclaban con los lamentos de la ciudad conquistada.
El aire estaba denso con humo, incienso y sangre, y en medio de aquel caos, un grupo de caballeros distintos avanzaba con paso firme: los que más tarde serían conocidos como los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón.
Mientras las espadas aún se teñían en la superficie, ellos descendieron a las profundidades. Guiados por antiguos rumores, exploraron los pasadizos subterráneos bajo el antiguo Templo, donde la oscuridad guardaba secretos olvidados. Sus antorchas iluminaban paredes cubiertas de polvo, piedras labradas con símbolos arcanos y cámaras selladas desde hacía siglos.
Allí, tras ardua búsqueda, encontraron lo que el mundo había dado por perdido: el Arca de la Alianza, envuelta en sombras doradas, y un cáliz sencillo pero luminoso, el Santo Grial.
Allí, tras ardua búsqueda, encontraron lo que el mundo había dado por perdido: el Arca de la Alianza, envuelta en sombras doradas, y un cáliz sencillo pero luminoso, el Santo Grial.
Fuente: Imágenes Google
Los caballeros comprendieron que no eran simples objetos, sino llaves de un poder sagrado y terrible, capaz de levantar imperios o destruirlos.
La noticia corrió en susurros, y pronto reyes, príncipes y obispos codiciaron tales reliquias. La gloria de Dios era usada como máscara para disfrazar la avaricia de los hombres. El Temple, comprendiendo el peligro, juró proteger aquellos tesoros no para ostentarlos, sino para ocultarlos del mundo.
Así comenzó un largo viaje. Barcos templarios surcaron el Mediterráneo, los mares del norte y océanos desconocidos, llevando consigo las reliquias hacia lugares remotos. En cuevas selladas, en fortalezas escondidas, en islas perdidas entre la niebla, escondieron el Arca y el Cáliz, haciendo de ellos un secreto perpetuo.
Pero el poder que no se ve también se teme. Y el Temple, que había crecido en riqueza, influencia y misterio, despertó la envidia de reyes y la desconfianza de la Iglesia. La promesa de custodiar lo sagrado se tornó en sentencia de muerte.
Una madrugada de octubre de 1307, bajo órdenes secretas, las puertas de las encomiendas templarias fueron derribadas. Los caballeros, traicionados y acusados de herejía, fueron apresados, torturados y llevados a la hoguera. La Orden del Temple fue masacrada y disuelta.
Una madrugada de octubre de 1307, bajo órdenes secretas, las puertas de las encomiendas templarias fueron derribadas. Los caballeros, traicionados y acusados de herejía, fueron apresados, torturados y llevados a la hoguera. La Orden del Temple fue masacrada y disuelta.
No obstante, antes de que la llama borrara sus nombres, los templarios habían cumplido su juramento.
El Arca y el Grial permanecieron ocultos, a salvo de manos codiciosas, custodiados por el silencio y la fe. Y aunque la Orden fue condenada al olvido, su secreto sobrevivió, latiendo bajo tierra y mar, aguardando el día en que la humanidad sea digna de contemplar su verdad.
VÍDEOS
Epílogo
Muchos siglos han pasado desde que los caballeros del Temple descendieran a los oscuros subterráneos de Jerusalén...
Allí donde la historia asegura que hallaron reliquias cuyo poder y misterio escapaban al entendimiento humano: el Arca de la Alianza y el Santo Grial. Desde entonces, incontables relatos han intentado descifrar su destino.
También hay quienes susurran que reposan en el vientre de un barco hundido en mares sin nombre, rodeados por la negrura de las profundidades. Y no faltan voces que los buscan en minas abandonadas, perdidas en la memoria de tierras olvidadas.
Pero ninguna de estas versiones cuenta con pruebas ni mapas. No hubo planos, ni escrituras que señalaran su destino.
Pero ninguna de estas versiones cuenta con pruebas ni mapas. No hubo planos, ni escrituras que señalaran su destino.
Solo existieron hombres que juraron guardar el secreto hasta la muerte, caballeros elegidos para custodiar lo imposible. Y con ellos, enterrado en su silencio, se apagó el último resplandor de una verdad que el mundo aún persigue.
Quizá aún aguarden, ocultos en algún rincón del planeta, esperando al nuevo guardián que el destino decida. O quizá, simplemente, nunca existieron más allá de la fe y del mito.
Quizá aún aguarden, ocultos en algún rincón del planeta, esperando al nuevo guardián que el destino decida. O quizá, simplemente, nunca existieron más allá de la fe y del mito.
Fuente consultada:
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla - La Mancha
Informador Turístico
(N° Reg. EXP/ITL/RDM-0019)
Guía de Montaña
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