lunes, 31 de marzo de 2025

Arranes... el guerrero vetón - Tiempos convulsos en Hispania

Arranes... el guerrero vetón - Tiempos convulsos en Hispania

 
El viento silbaba entre las colinas cuando Arranes despertó con el olor a humo. Su poblado, antaño un refugio seguro entre los montes, ardía. Las legiones romanas habían caído sobre su pueblo como una tormenta de hierro y fuego. Con sus jinetes diezmados y los guerreros caídos, los vetones apenas pudieron oponer resistencia. 
 
Arranes había peleado hasta que su brazo no pudo sostener la espada, hasta que el suelo se tiñó con la sangre de los suyos.
 
 
Capturado y encadenado, junto a los sobrevivientes, Arranes fue conducido por caminos de polvo y ruinas hasta Caesarobriga. La ciudad, antaño ajena a su gente, ahora era su nuevo hogar impuesto. Allí, entre los muros romanos y la lengua extranjera, se vio reducido a un esclavo, un espectro de lo que había sido.
 
Pero en su corazón la llama vetona no se había extinguido. Entre susurros, junto a otros prisioneros, hablaba de la tierra perdida, de los verracos de piedra que protegían su memoria, de las noches de festines y guerra. 
 
Arranes juró que, aunque Roma lo hubiese sometido, su espíritu nunca se do legaría.
 

 
Y así, con el tiempo, en las sombras de Caesarobriga, comenzó a forjarse un nuevo sueño: la esperanza de que algún día los vetones recuperarían lo que les fue arrebatado.
 

 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla- La Mancha
Guía de Montaña

Santa Teresa de Jesús pisó Talavera de la Reina en sel Siglo XVI...

Santa Teresa de Jesús pisó
Talavera de la Reina en sel Siglo XVI...
 
La ficción es el arte de hacer posible lo imposible... y la AI (Inteligencia Artificial), es la herramienta para poder realizarlo...
 
 
Talavera de la Reina
Murales cerámicos
La plaza del reloj
Río Tajo
María de Portugal
Las Mondas
Alcazaba árabe
Abderramán III
Murallas
Torres Albarranas
Calle Corredera del Cristo
Basílica de Nuestra Señora del Prado
Iglesia de Santa María La Mayor (La Colegial)
Centro religioso y cultural
Convento de las Madres Carmelitas
Iglesia de El Salvador
Pasado histórico
Cerámica
Puchero talaverano
Iglesia de San Andrés
Parque de la Almeda
Iglesia de Santiago el Nuevo
Jardines del Prado
Platos y azulejos
Monasterio Jerónimo de Santa Catalina
Caesarobriga
Talabriga (Ciudad de los vetones)
Villa romana de Saucedo
La Ciudad de la Cerámica
Templete Camino Real a Guadalupe
La Virgen del Prado
 
 
Santa Teresa de Jesús pisó 
Talavera de la Reina
 
En la ciudad de Talavera de la Reina, donde el río Tajo acaricia con su cauce las tierras de antiguo esplendor, el espíritu de Santa Teresa de Jesús parece aún recorrer las calles empedradas y los templos sagrados. No es difícil imaginarla en profunda oración en el Convento de las Madres Carmelitas, donde el silencio y la devoción se entrelazan con el aroma a historia y fe.
En su tiempo, Talavera ya se alzaba como un centro religioso y cultural, marcada por la huella de civilizaciones.
 
Santa Teresa, en su afán por extender la reforma del Carmelo, habría hallado inspiración en la solemnidad de la Iglesia de Santa María La Mayor (La Colegial) o en la humilde belleza de la Iglesia de El Salvador, templos donde la espiritualidad se anida entre piedras centenarias. Tal vez, después de sus jornadas de reflexión, habría paseado por los Jardines del Prado encontrando paz y serenidad  bajo la mirada protectora de La Virgen del Prado.
 
 
La esencia de Talavera vive no solo en su religiosidad, sino también en sus tradiciones, como Las Mondas, fiesta que desde tiempos remotos celebra la gratitud por las cosechas y que, año tras año, une pasado y presente. No faltaría en la mesa el humeante puchero talaverano, servido en los característicos platos de cerámica y también con los azulejos que han dado a esta ciudad el merecido nombre de La Ciudad de la Cerámica.
 
Así, en cada rincón de Talavera, desde la histórica Calle Corredera del Cristo hasta el antiguo trazado de Caesarobriga, late un legado que, como la obra de Santa Teresa, trasciende el tiempo, invitando a todo aquel que lo recorre a descubrir la fe, el arte y la historia entrelazados en sus calles y templos.
 
 
POEMA de Santa Teresa de Jesús, en base a su obra poética
(AI Inteligencia Artificial)
 
En Talavera reposa mi alma
¡Oh ciudad de noble esencia y clara historia,
Talavera de la Reina, fulgor que no expira!
En tus murallas laten ecos de memoria,
y en tu río Tajo, el tiempo se retira.
 
Vi brillar en tu plaza el reloj incansable,
donde el ayer susurra leyendas calladas;
de Abderramán III quedó huella imborrable,
en torres albarranas, de almenas aladas.
 
Tus murales cerámicos, canto de colores,
narran glorias pasadas, de arte soberano;
y en puchero talaverano, humildes sabores
guardan el alma antigua de este suelo castellano.
 
¡Oh Virgen del Prado, faro en la alborada,
que en la Basílica reinas con ternura!
En Las Mondas, tu paso es florada,
fiesta de fe, de amor y de ventura.
 
 
Al convento carmelita sube mi oración,
donde Teresa dejó huella encendida;
y en Santa María La Mayor, mi corazón
busca la luz eterna, fuente de vida.
 
¡Salve, Talavera, ciudad de la cerámica fina,
de Caesarobriga el alma no se ha ido!
En el Prado y su jardín, la flor germina,
y en cada azulejo vive el pasado compartido.
 
Templete del Camino, guía del peregrino,
hacia Guadalupe lleva tu fervor;
en cada calle, en cada divino destino,
resuena tu historia, herencia de amor.
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña


domingo, 30 de marzo de 2025

Soy cerámica "Talaverana"... nací del barro, el agua y del fuego

Soy cerámica "Talaverana"... nací del barro, el agua y del fuego

 
Nací del barro, el agua y del fuego, moldeada por las manos maestras de un alfarero de Talavera de la Reina. Soy una vasija de cerámica, testigo silencioso del arte que ha dado renombre a esta tierra durante siglos. Mis formas fueron esculpidas con paciencia y devoción, mis colores cobraron vida gracias a la tradición transmitida de generación en generación.
 
  
Desde tiempos inmemoriales, Talavera de la Reina ha sido cuna de alfareros, guardianes de un oficio noble que ha perdurado a pesar del paso del tiempo. En sus talleres, la arcilla toma forma con el suave girar del torno, mientras las manos expertas convierten el material en obras de arte. 
 
Luego, los pinceles danzan sobre la superficie, impregnando mis paredes de tonos azules, amarillos y verdes, inspirados en la naturaleza y la historia de esta tierra.
 
 
Yo he conocido mesas y hogares, he guardado el agua para calmar la sed de generaciones y he servido como testimonio de la riqueza cultural de Talavera. 
 
 
He visto alfareros trabajar con dedicación, con el orgullo de quienes saben que sus creaciones no son solo objetos, sino fragmentos de una identidad arraigada en la historia.
 
 
Talavera de la Reina no solo es mi cuna, sino también mi esencia. Sus calles están impregnadas del perfume del barro húmedo y del sonido del martilleo sobre la arcilla. Sus gentes han sabido mantener viva esta tradición, luchando por preservar un arte que, como yo, resiste el paso del tiempo.
 
 
Hoy me alzo con orgullo en estanterías y exposiciones, en casas y museos, llevando conmigo el alma de una ciudad que ha hecho de la cerámica su más hermoso legado. Que mi voz de barro siga contando la historia de Talavera, porque mientras yo exista, su memoria perdurará.
 

 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña


Me llamo Talavera de la Reina... y he sido testigo de conquistas, guerras, hambre y abandono

Me llamo Talavera de la Reina... y he sido testigo de conquistas, guerras, hambre y abandono
 

Me llamo Talavera de la Reina. Respiro a través de mis calles, lloro con el Tajo que me atraviesa y sueño con los recuerdos de tiempos que, aunque distantes, siguen vivos en mi memoria de piedra y barro.

He sido testigo de conquistas, guerras, hambre y abandono. Y aún así, aquí sigo, contando mi historia a quien quiera escucharla.

Mis primeros llantos se remontan a la época en la que los romanos me pisaron con sus sandalias. Me convirtieron en un lugar de paso, en un cruce de caminos donde comerciantes y soldados descansaban. Pero la prosperidad es efímera, y cuando su imperio cayó, fui pasto de invasiones y saqueos.

 
En la Edad Media, los musulmanes me hicieron suya y embellecieron mis plazas y murallas. Pero mi destino era inestable. Vinieron los cristianos con su Reconquista, y en sus luchas se llevaron muchas vidas, dejando mi suelo regado de sangre. A pesar de todo, mis cerámicas, mis oficios y mis gentes persistieron.
 
 
Llegó la época dorada, cuando los Reyes Católicos y sus sucesores me reconocieron por mis azulejos y mi artesanía. Pero la gloria dura poco. Las guerras convirtieron mis campos en campos de batalla. 
 
La Guerra de la Independencia trajo consigo el horror: franceses y españoles combatieron entre mis muros, y mis hijos murieron en enfrentamientos crueles.

 
El siglo XIX fue aún más duro. El hambre y las enfermedades se apoderaron de mis calles. Y cuando pensé que el siglo XX me traería consuelo, la Guerra Civil desgarró mis entrañas. Familias separadas, edificios destruidos, vidas apagadas por el fuego de la violencia.
 
 
La industrialización me prometió un futuro mejor, pero el Tajo, mi viejo amigo, comenzó a enfermar. Mis aguas, antes cristalinas, se convirtieron en veneno por la contaminación y el olvido.
 
El trasvase lo dejó seco, y con él se llevaron mi voz, la voz de la vida que en sus riberas florecía...
 
 
Hoy, aunque mis heridas aún duelen, me resisto a rendirme. Mis gentes siguen luchando, restaurando mi memoria, dándome esperanza. 
 
Mis calles aún conservan ecos de risas, mis cerámicas siguen contando historias, y el Tajo, aunque enfermo, aún canta su canción. Porque yo soy Talavera, y mientras haya quien me ame, mi historia no morirá.
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña


Me llaman "Puente de Hierro"... paso seguro sobre el río Tajo, enlazando caminos, historias y generaciones (1908)

Me llaman "Puente de Hierro"... paso seguro sobre el río Tajo, enlazando caminos, historias y generaciones (1908).
 
 
 
Me llamo Puente de Hierro, aunque en tiempos recientes me han rebautizado como Puente de la Reina Sofía. Pero mi esencia sigue siendo la misma: una estructura firme, resistente, que desde 1908 ha servido de paso seguro sobre el río Tajo, enlazando caminos, historias y generaciones.

Recuerdo perfectamente los días de mi construcción. Desde que Emilio Martínez y Sánchez Gijón ideó mi diseño en 1897 hasta que finalmente me levantaron, pasaron años de incertidumbre. 
 
Hubo problemas con mis estribos y retrasos que parecían eternos. Sin embargo, cuando las manos expertas de la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera moldearon mi estructura metálica y Félix Forero se ocupó de mis cimientos, sentí que, por fin, mi destino cobraba forma. Aquel 25 de octubre de 1908, entre vítores y celebraciones, quedé inaugurado, listo para servir.
 
 
He visto el tiempo pasar. Al principio, mi color era gris, reflejo de la industria que me dio vida. Pero en 1994 decidieron que el rojo era más apropiado para mí. Quizás querían destacar mi presencia, hacerme aún más imponente. Y aunque mi nombre cambió, mi propósito siguió intacto: soportar el peso del tiempo y de aquellos que me cruzan, sean viajeros, comerciantes o simplemente almas en busca de un horizonte más amplio.
 
 
He sido testigo de cambios y transformaciones en Talavera. Vi cómo el Puente Viejo descansaba un poco cuando yo llegué a compartir su carga. Observé la evolución de la ciudad, el crecimiento de sus calles, el ir y venir de coches y peatones. He sentido el temblor de pasos apresurados, de ruedas que avanzan sin descanso.
 
Mis farolas, que aún conservan el diseño original de la época, han iluminado innumerables noches, reflejando sus luces en las aguas del Tajo, testigo mudo de mis días y mis noches. A veces me pregunto cuántos secretos he guardado, cuántos suspiros, risas y lágrimas han quedado atrapados en el eco de mis vigas.
 
 
Soy más que un puente; soy un guardián de historias, una arteria de la ciudad. Y mientras el río fluya bajo mis tramos de hierro y acero, seguiré aquí, sosteniendo el peso del tiempo, manteniendo viva la memoria de Talavera.
 
Fotos: Google
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla- La Mancha
Guía de Montaña


Yo soy, Juan Ruiz de Luna... y desde que tengo memoria, la arcilla y el esmalte han sido mis fieles compañeros

Yo soy, Juan Ruiz de Luna... y desde que tengo memoria, la arcilla y el esmalte han sido mis fieles compañeros

Desde que tengo memoria, la arcilla y el esmalte han sido mis compañeros de vida. Me llamo Juan Ruiz de Luna y nací con la pasión por la cerámica corriendo por mis venas. 

Crecí admirando las obras maestras de Talavera, esas piezas inconfundibles de azul y blanco que parecían susurrar historias de siglos pasados. Desde joven supe que mi destino estaba ligado a esta tradición centenaria, y dediqué mi vida a restaurarla y elevarla a su máximo esplendor.

 
Talavera de la Reina es mi hogar y mi inspiración. Sus calles, su historia y su gente alimentaron mi sueño de rescatar la loza talaverana de la decadencia en la que se encontraba a finales del siglo XIX. 
 
Con esfuerzo y determinación, fundé mi propia fábrica de cerámica junto a Enrique Guijo, con la ambición de devolverle a nuestra cerámica el esplendor que alguna vez tuvo.
 
 
 
Mis manos han moldeado y decorado piezas que han llegado a embellecer iglesias, plazas y hogares. Una de mis mayores obras es la cerámica de la Basílica de la Virgen del Prado, donde cada azulejo refleja la devoción y la historia de Talavera. 
 
También tuve el honor de participar en la decoración cerámica de la Plaza de España en Sevilla, un testimonio del valor de nuestra artesanía en todo el país.
 
 
No hay mayor satisfacción que ver como el arte de mi tierra vuelve a brillar con luz propia. Cada plato, cada azulejo, cada mural es un testimonio de nuestra identidad, una herencia que dejo para las futuras generaciones. Talavera es más que mi hogar; es la esencia de mi obra y mi legado eterno.
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña


Soy Antonio Sánchez, y lucho por liberar Talavera de la Reina del ejército francés... (Julio de 1809)

Soy Antonio Sánchez, y lucho por liberar Talavera de la Reina del ejército francés... (Julio de 1809)

 
Me llamo Antonio Sánchez, hijo de Talavera, y como muchos otros, me alisté para defender mi tierra de la invasión francesa. No es por gloria ni riquezas que lucho, sino por la dignidad de mi gente, por las calles de mi infancia y por el honor de ver a mi patria libre del yugo extranjero francés.
 
El 20 de julio de 1809, los ejércitos aliados de España y Reino Unido se unieron en Oropesa, a unos 40 kilómetros al oeste de nuestra ciudad. No fue una unión fácil. Nuestro general, Gregorio García de la Cuesta, era un hombre testarudo y de ideas rígidas, mientras que el inglés, Wellesley, era prudente y metódico. Sin embargo, la necesidad hizo que ambos sellaran un acuerdo, aunque fuera mínimo, porque el enemigo avanzaba sin descanso.
 
 
Día tras día, avanzábamos bajo un sol de justicia, con el polvo de los caminos pegándose a la piel y el estómago rugiendo por la escasez de víveres. Para cuando llegamos al río Alberche el 27 de julio, ya éramos más soldados exhaustos que guerreros listos para la batalla. Pero el cansancio no importaba, porque sabíamos que el día decisivo estaba cerca.
 
Y llegó el 28 de julio. Desde la madrugada, el estruendo de los cañones y el retumbar de los cascos de los caballos anunciaron que la lucha había comenzado. Las tropas de José Bonaparte, el rey intruso, avanzaban con fiereza, confiadas en su superioridad. Pero nosotros, los talaveranos, los españoles, no íbamos a rendirnos sin pelear.
 
 
Estaba en la línea del frente, empuñando mi mosquete con manos sudorosas. La pólvora y el metal caliente impregnaban el aire, mezclados con los gritos de los heridos y el silbido de las balas. La artillería inglesa machacaba las filas enemigas, mientras que los nuestros se batían con bayonetas y sables en combates cuerpo a cuerpo.
 
Recuerdo el rostro de un oficial francés, joven como yo, tal vez con los mismos miedos en su corazón. Nos cruzamos las miradas por un instante antes de que el caos nos envolviera. No sé qué fue de él, pero sé que yo seguí adelante, porque mi ciudad estaba en juego, porque mi hogar estaba detrás de mí y no podía permitir que esos invasores lo pisotearan.
 
 
El combate fue feroz, pero al caer la noche, el enemigo comenzó a retroceder. Habíamos resistido, habíamos ganado. No sin sufrimiento, no sin pérdidas. Miré a mi alrededor y vi compañeros caídos, amigos que jamás volverían a ver a sus familias. La victoria siempre tiene un precio.
 
Talavera quedó marcada por la batalla, pero aquella noche, mientras descansaba apoyado en una roca con el mosquete en el regazo, supe que la lucha aún no había terminado. Mientras quedara un solo francés en nuestra tierra, yo, Antonio Sánchez, seguiría peleando por mi patria.
 


sábado, 29 de marzo de 2025

Don Quijote de la Mancha pasa por La "Ciudad de la Cerámica"

 Don Quijote de la Mancha pasa por La "Ciudad de la Cerámica"

Capítulo de Don Quijote en Talavera de la Reina

En un claro amanecer, cuando el sol apenas despuntaba sobre las aguas del río Tajo, don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza cabalgaban con ánimo firme hacia Talavera de la Reina, villa de gran renombre por su pasado glorioso y sus maravillas en cerámica.

—Decidme, Sancho —preguntó el caballero de la triste figura—, ¿no habéis oído hablar de esta ilustre ciudad, que en tiempos antiguos llamaban Caesarobriga, y que algunos otros nombraban Talabriga, por ser morada de los vetones?

—Por mi fe, señor —respondió Sancho—, de oídas la conozco, que dicen ser tan rica en historia como en sus platos y azulejos. ¡Y qué bien me vendría un buen puchero talaverano para alegrar el !

Al entrar en la villa, don Quijote quedó maravillado ante los murales cerámicos que adornaban las calles, narrando hazañas de reyes y santos. Al pasar por la plaza del reloj, oyó hablar de las antiguas fiestas de Las Mondas, celebradas en honor a la Virgen del Prado, patrona de la ciudad, cuya imagen descansaba en la venerable Basílica de Nuestra Señora del Prado.

—Ved, Sancho —dijo don Quijote, señalando las imponentes murallas y las torres albarranas—, estos muros son testigos de antiguas batallas, cuando el gran Abderramán III quiso dominar estas tierras, y aun así, el espíritu cristiano prevaleció.

—Mucho sabéis, señor mío —dijo Sancho—, aunque no veo moros en estos tiempos, que más miedo me dan los alguaciles.

Continuaron su camino por la Calle Corredera del Cristo, hasta llegar al Convento de las Madres Carmelitas, donde una monja, al ver la extraña figura de don Quijote, cruzó la puerta con diligencia. Más adelante, en la Iglesia de Santa María La Mayor (La Colegial), el caballero se persignó, jurando defender la fe y el honor de las damas tan firmemente como antaño lo hicieran los caballeros de la orden de Santiago.

Llegados al Parque de la Alameda, Sancho sugirió descansar bajo la sombra de los árboles, más don Quijote, encendido en ansias de aventura, no quiso detenerse. Pasaron junto a la Iglesia de San Andrés y volviendo, divisaron a lo lejos el Templete del Camino Real a Guadalupe, creyó ver un castillo encantado.

—¡Deteneos, villanos encantadores! —gritó, arremetiendo contra unas pacíficas mulas que pastaban.

Sancho, acostumbrado ya a los desvaríos de su señor, lo dejó correr hasta que, cansado y lleno de polvo, volvió a sus sentidos. Y así, entre aventuras imaginarias y anhelos de gloria, don Quijote prosiguió su camino por la Ciudad de la Cerámica, donde cada esquina susurraba leyendas de un pasado glorioso.

 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla-La Mancha
Guía de Montaña