sábado, 29 de marzo de 2025

Me llamo Viriato... y hace más de dos milenios fui el azote de Roma...

Me llamo Viriato... y hace más de dos milenios fui el azote de Roma...
 
 
Me llamo Viriato, y fui el azote de Roma. No nací con ansias de guerra ni con deseos de conquista. Mi hogar eran las tierras agrestes de Lusitania, donde el viento silbaba entre las rocas y el sol doraba las praderas. 
 
El Terror de Roma
 
Era un simple pastor, un hombre que conocía los caminos del monte mejor que las sendas del poder. Pero Roma, con su sed insaciable de dominio, me arrebató la paz.
  
 
Recuerdo el día en que el traidor Galba tendió su trampa. Nos prometió tierras, nos habló de paz, nos pidió entregar las armas. Confiamos. Y en un instante, nuestros hermanos fueron masacrados. Vi la sangre teñir la tierra, vi la traición grabada en los ojos de aquellos que aún respiraban. Pero yo escapé. Y juré que Roma pagaría.
 
Bandolero me llamaron, pero solo tomé lo que nos arrebataron. De guerrero me acusaron, pero solo levanté mi espada contra aquellos que oprimían a los míos. 
 
Y líder me hicieron, pues fui el único que supo cómo enfrentarlos. No con batallas al estilo de Roma, sino con la astucia de quien conoce cada peñasco, cada río, cada sombra del bosque. Atacamos cuando menos lo esperaban, nos desvanecimos entre las montañas antes de que pudieran alcanzarnos.
 
 
Cruzamos el Tajo, nos ocultamos en estas tierras, y desde la penumbra golpeamos a Roma una y otra vez. Durante siete años, los legionarios temblaron al oír mi nombre. Durante siete años, su orgullo de conquistadores fue quebrado por un hijo de estas tierras.
 
Monte Venus
 
Corríamos como el viento entre los riscos y los bosques espesos de la sierra. El Monte Venus se alzaba imponente, testigo de nuestra lucha sin tregua. Los romanos nos pisaban los talones, pero conocíamos estas tierras como la palma de nuestras manos. Ellos avanzaban en formación, pesados con su hierro y su soberbia, mientras nosotros nos deslizábamos entre las sombras, ágiles y letales.
 
 
Mi corazón latía con furia, no por el miedo, sino por la ira de ver nuestra tierra mancillada por los invasores. No luchábamos solo por nuestras vidas, sino por la libertad de Lusitania. La emboscada estaba lista. Un silbido cruzó el aire y, de entre los árboles, las lanzas volaron certeras. El grito de los romanos se alzó en la noche.
 
Seguimos corriendo, no por huir, sino para hacerles creer que podían alcanzarnos. Que bajaran la guardia. Que pensaran que éramos solo bárbaros sin estrategia. Pronto sabrían la verdad. Pronto, la sangre de Roma regaría esta sierra como advertencia para los que osaran desafiar a los hijos de la libertad.
 
 
Pero la traición, siempre la traición... No fue Roma quien me venció, sino las manos de los míos, compradas con oro romano. Mis propios hombres, aquellos a los que llamé hermanos, clavaron el puñal en mi carne mientras dormía. No murieron por ello con riquezas, pues Roma no paga traidores.
 
 
Hoy mi cuerpo reposa en la tierra que defendí, pero mi nombre sigue vivo. Me llaman mito, me llaman leyenda. Que así sea. Pues aunque los siglos pasen, siempre habrá un eco en los montes que susurre mi historia: Viriato, el que nunca se inclinó ante Roma.
 
 
David Miguel Rubio
Promotor Turístico en Castilla- La Mancha
Guía de Montaña


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